martes, 20 de octubre de 2009

El jueves pasado fuimos testigo del duro trabajo realizado por los bibliotecarios antes de que los libros estén al alcance de los demás estudiantes, profesores e investigadores en las estanterías. Por lo general, tendemos a coger los libros que necesitamos sin preocuparnos cúales han sido los procesos requeridos en las entrañas de las bibliotecas para que éstos estén a nuestra disposición.
En primer lugar, una vez recibidos los libros hay que destacar el riguroso trabajo de inspeccionar libro tras libro que éstos sean los pedidos correctos y no se han equivocado al enviarlos, en cuyo caso habrá que devolverlos al proveedor y, lo que es más importante, ajustar la factura (ya que se nos comentó el constante intento por parte de algunos proveedores de "colar" numerosos libros que no se han pedido). Posteriormente, a los libros se les añade la cinta magnética anti robo y el código de barras, para más tarde catalogarlo y añadirle la signatura. En cuanto a la cinta magnética, cabe destacar la progresiva incorporación de un nuevo dispositivo que no sólo impide el robo de los libros, sino que, a través de un pequeño aparato que pasas por delante de los libros, es posible localizar algún título concreto que se creía perdido, o hacer un recuento de todos los existentes para comprobar si falta alguno. Este sistema se llama RFID, y consiste en una pegatina con un chip electrónico que es el que lleva el libro, y un lector de mano que es el que los lee con solo ponerlo delante. Este nuevo avance supone un importante paso para los bibliotecarios puesto que agilizan su trabajo en ciertos momentos como, por ejemplo, en la búsqueda de libros extraviados que, hasta la incorporación de este modelo, debían buscarse a mano, libro tras libro por toda la biblioteca.
Para la catalogación es preciso conocer y consultar el Encabezamiento de materia de la Universidad de Sevilla y Las reglas de catalogación españolas, puesto que para catalogar correctamente tenemos que seguir un criterio uniforme en la elección de las materias a las que los libros corresponden, necesario igualmente para ponerles la signatura. De esta forma, todas las bibliotecas siguen el mismo criterio tanto de catalogación como de signaturado, no habiendo problemas si cambiamos de biblioteca, puesto que el orden de signatura será también el mismo. Así, catalogado y etiquetado, el libro es colocado en las estanterias para proceder a su uso.
Aunque este es el proceso que sufre el libro desde que llega hasta que lo vemos en las bibliotecas, no es lo único que deben hacer los bibliotecarios, que deben estar al corriente de que los recursos electrónicos funcionen correctamente y atendiendo a que las revistas electrónicas son recibidas sin problemas (en caso contrario aunque el bibliotecario recibe un mensaje avisándolo, debe ponerse en contacto con los responsables para que los números lleguen correctamente, lo que es bastante aparatoso teniendo en cuenta el gran número de revistas electrónicas disponibles en la universidad, más de 18.000).
Además, constantemente se están renovando los recursos bibliotecarios, como son la página web, los software utilizados para la catalogación y pedida de libros, o el sistema de préstamos. En la página web podemos encontrar apartados adecuados según nuestro grado dentro de la universidad, es decir, en función de si somos alumnos, profesores o investigadores,por ejemplo; pudiendo igualmente dar nuestra opinión acerca de libros ya leidos o sugerir otros tantos. Esto hace que la biblioteca no sólo sea un medio de consulta, sino que también permite una interacción entre usuarios con el fin de mejorar el servicio ofrecido por la biblioteca. Como vemos, hay una dualidad entre biblioteca tradicional y biblioteca 2.0 que no para de renovarse. De hecho, la última innovación que se está realizando es la conexión de las bibliotecas de todas las universidades andaluzas, lo que es bastante interesante ya que podemos tomar libros de otras universidades y devolverlos en otra cualquiera. Esta idea supondrá un cambio sustancial para los estudiantes, ya que podrán acceder a libros que les son necesarios pero a los que de otro modo no tendrían acceso. Se trata de una idea innovadora a la que, sin duda, se incorporarán con el tiempo otras universidades españolas.
Podemos concluir que los bibliotecarios realizan un gran trabajo, y muy diverso, que en muchos casos no es valorado pero que no debemos subestimar (sobre todo los que nos vayamos a dedicar a ello) no solo por la importancia de su trabajo sino por la dureza del mismo.

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